Imaginemos un árbol, con sus ramas y sus hojas y raíces, su tronco, su corteza y su sabia, y solamente es el árbol, es todo lo que es, nada más hay aparte del árbol, es el Uno.
Cada una de las miles de hojas del árbol, goza de cierta independencia, unas mueren y otras nacen, de esa manera el árbol renueva su follaje.
imaginemos que las hojas tienen la capacidad de pensar y razonar, como los seres humanos, y del habla, y que quieren explicar el misterio de la Unidad en la multiplicidad, intuyen que sólo hay un Ser único, pero de ese Ser único emana la multiplicidad porque las hojas son múltiples.
Así se enzarzan en debates interminables unas con otras, y crean religiones, y sociedades, unas llaman a ese Ser único el Uno, otras lo llaman Braman, otras lo llaman Alá, otras lo llaman Dios, otras lo llaman Ser, otras lo llaman alma universal, pero coinciden en que para conseguir el entendimiento perfecto hay que unirse a ese Ser único, dejar el yo individual y fundirse en el Ser único. Aunque unos dicen que esa unión sólo es en la muerte y otro dicen que es en vida.
Había una hoja, separada de las demás, que vivía una vida ascética y eremita, no quería vincularse mucho con las demás hojas, sino que lo que le interesaba era su propia existencia, ¿quien soy? ¿que sentido tiene la vida? ¿por qué existo? ¿cómo he llegado a ser? ¿desapareceré con la muerte? ¿Soy el cuerpo o soy el alma? ¿que es el alma? ¿soy lo que pienso o soy el que piensa? la cuestión es que soy. Que gran misterio haber llegado a Ser y que gran misterio dejar un día de Ser.
No soy lo que pienso decía la hoja, sino el que piensa, el pensamiento emana de mi, yo no soy el pensamiento sino el pensador, no soy nada que pueda percibir ni pensar, pues todo lo que perciba y piense es percibido y pensado por mi, yo soy el que percibe y piensa, por lo tanto soy incognoscible, estoy tras el velo de la percepción y del pensamiento, oculto, percibiendo y pensando y solamente tengo acceso a lo que percibo y pienso, pero no puedo acceder a mí que soy el que percibe y piensa. No me puedo ver a mí mismo.
Por otra parte, soy siempre el mismo desde que nací, no cambio ni muto, cambia mi pensamiento y la percepción y cambia mi forma, pierdo verdor y vitalidad, envejezco, pero yo siempre soy el mismo, pues si cambiase dejaría de ser para que fuese otro que no soy yo. Si mutase desaparecería, dejaría de ser Yo, pero yo siempre soy yo, por lo que no cambio ni muto. Puede cambiar mi personalidad, mi manera de pensar, mi memoria, mis ideas, mi forma, pero yo siempre soy yo, nunca soy otro, no cambio ni muto.
Así la hoja pasó años y años, pensando, preguntándose, y resumió las cuestiones para ponerlas juntas a ver si sacaba algo en claro, así dijo:
-Que Soy.
-Que soy inmutable, no cambio ni muto.
-Que soy incognoscible.
-Que no soy nada pensado ni percibido, sino el que piensa y percibe.
Luego añadió otras cuestiones más que incorporó de otros pensadores, como que el Ser no puede no ser porque es, y así a su lista añadió:
-Que no puedo no ser porque soy.
-que soy eterno, ya que del no ser no puedo proceder porque el no ser no es.
-Que soy único, pues el Ser es único.
-Que sólo yo soy, pues sólo hay un Ser y si ese Ser único no fuese yo, entonces tampoco sería único.
Luego la hoja leyó sobre Dios, porque con esas características sólo podía ser Dios, y leyó que el espíritu de Dios mora en todos los cuerpos los cuales son sus santuarios, y que es omnipresente, y que es indivisible y único, que no hay otro ni dentro ni fuera de él, que sólo es Dios, y que es incognoscible etc....
Y en un acto de iluminación y éxtasis místico, la hoja dijo: Yo soy el árbol.
Yo soy el mismo en todas las hojas, en todas las ramas , en todo, yo soy el árbol omnipresente, y en cada hoja pienso diferente, en cada hoja percibo y pienso de diferente manera, yo moro en todo, yo soy Dios, yo soy el árbol que he adquirido autoconciencia en esta hoja determinada.
La hoja estaba ilusionada, en éxtasis, pues había encontrado la respuesta a sus preguntas que le habían llevado toda la vida , había encontrado por fin la solución al enigma, se había unido al Uno, era el Uno, era el árbol que había adquirido autoconciencia en una hoja determinada. Había dejado el yo individual y se había fusionado con el Ser Universal, ahora era el Ser Universal el que hablaba por mediación de la hoja. Era el árbol.
La hoja ilusionada, dejó su vida de eremita y corrió con las demás hojas para explicarles su descubrimiento, oid les decía, escuchar, que todos somos el mismo pero en la multiplicidad, que todos somos la misma alma, que yo soy vosotros y vosotros yo, que yo soy el árbol, que yo soy Dios, y también moro en vosotros, soy omnipresente, no existe el nacimiento ni la muerte, solamente el cambio, y lo que permanece siempre al cambio es uno mismo, el árbol, yo.
Siempre soy yo el que nace y muere, siempre soy yo el alma de todos los cuerpos, todos sois yo y yo sois todos, todos somos el mismo alma, todos somos el árbol.
Más le valía a la hoja haberse quedado en su soledad y no haber explicado nada, Unos dicen que la quemaron por blasfema, otros dicen que la crucificaron, otros dicen que la apedrearon, pero todos coinciden en que la hoja cuando se dirigía a su trágico fin, no dejaba de repetir: No comprenden, no comprenden,
Y que mundo este que el propio árbol da a su propio hijo a las demás hojas, y el propio árbol elimina a su propio hijo en la lucha eterna del bien y del mal.
Milenios más tarde, las hojas seguían debatiendo sobre el misterio de la Unidad en la multiplicidad.
Fin.