No es posible pensar nada dentro del mundo ni después de todo tampoco fuera del mismo, que pueda ser tenido por bueno sin restricción alguna, salvo una buena voluntad.
Para Kant tan solo la "buena voluntad" puede ser buena sin restricción alguna, puesto que desde su punto de vista, cualquier otro tipo de virtud podrá ser desvirtuado por una mala voluntad. La inteligencia, la constancia, la riqueza, etc., podrán en efecto <<
llegar a ser extraordinariamente malos y dañinos si la voluntad que debe hacer uso de estos dones de la naturaleza y cuya constitución se llama propiamente carácter no es buena>>.
No obstante, difícilmente se podrá afirmar que las virtudes contengan algo negativo, con tal de que éstas sean contempladas por sí mismas. Ya que las virtudes (independientemente de cuáles digamos que son), son la definición que en cada época histórica hacemos de lo que consideramos "bueno", tan solo mediante un artificio podemos negar lo que el propio concepto de virtud conlleva desde el principio: el valor de lo bueno. Nos referimos, claro está, al concepto de virtud en el sentido aristotélico de punto medio entre dos cualidades extremas, puesto que en este concepto se haya contenida ya la medida justa y adecuada entre ambos impulsos, como por ejemplo la prudencia como punto medio entre la actitud temeraria y la cobarde.